General ladrón sale bien parado
El general retirado y encarcelado, Nicolás Hermoza Ríos, ex presidente del Comando Conjunto de la Fuerza Armada y comandante general del Ejército, recibió únicamente ocho (8) años de cárcel por haberle robado al país más de 21 millones de dólares que estaban destinados a la compra de armamento.
Por supuesto una vocal superior, la doctora Susana Castañeda Otsu, ha salido a defender el fallo asegurándonos que la sanción "se ajusta a las normas legales", una verdad a medias o una mentira en otras palabras, según como se vea el asunto.
Porque ocurre que los delitos que cometió Hermoza Ríos pudieron merecer por lo menos los 15 años de cárcel que pidió el Ministerio Público, sin considerar la traición a la patria que significó cometer semejantes felonías en tiempos de guerra y de graves tensiones para el Perú, como los que se vivieron frente a Ecuador a mediados de la década pasada, cuando nuestros soldados morían por falta de armamento y sobre todo por
ausencia de conducción, ambas carencias atribuibles a Hermoza Ríos.
De modo que la dichosa jueza Castañeda Otsu tiene miras muy cortas destinadas a justificar una sentencia que en realidad constituye todo un estímulo para que mañana aparezca otro Hermoza Ríos y se levante todo el billete del Ejército, pues con apenas ocho añitos en la cárcel saldrá luego a disfrutarlos. El mensaje implícito es que el que le roba al Ejército tiene penas leves, pero el que asalta un banco, digamos, puede sufrir penas de 20 años de encierro o tal vez más.
Pero allí no quedó el fallo. Resulta que fueron exonerados de responsabilidad los familiares del vergonzoso general, quien hicieron todo lo posible para encubrir las cuentas a su nombre que abrieron en bancos extranjeros con los millones de dólares robados al Ejército peruano. Además de entorpecer a su gusto las investigaciones policiales y de la fiscalía.
El saldo de esta benevolente sentencia es que desmoraliza aún más a la opinión pública, que no tiene otro remedio que confirmar que debemos cuidarnos de este poder judicial con minúsculas, que es capaz de perseguir con ensañamiento a un ladrón de gallinas, pero a un general que traicionó a sus soldados y a la nación que le dio los galones, casi le perdona el asalto a los caudales nacionales y a la buena fe de los ciudadanos.
¿Cuál habría sido el destino de este general, digamos en Estados Unidos de Norteamérica, durante la segunda guerra mundial o en tiempos de las guerras de Corea o de Vietnam? ¿Qué le habría ocurrido a un homólogo de Hermoza Ríos en la Francia invadida por los nazis en la década de los 40? ¿Un general inglés robándole a su ejército en plena invasión alemana es posible siquiera imaginarlo?. Y fíjense que hablamos de hipotéticos oficiales en países democráticos, donde funcionan las leyes y el estado de derecho. ¿Se imaginan a un general ladrón en el ejérfcito cubano de hoy? ¿O en el ejército de la China Popular de nuestros días?
Después se quejan de que salgan Humalas a las calles, o extremistas de otros signos, tan abominables como ese trio de la infamia formado por Fujimori, Montesinos y Hermosa, cobardes, sicópatas y ladrones.
fin.
Por supuesto una vocal superior, la doctora Susana Castañeda Otsu, ha salido a defender el fallo asegurándonos que la sanción "se ajusta a las normas legales", una verdad a medias o una mentira en otras palabras, según como se vea el asunto.
Porque ocurre que los delitos que cometió Hermoza Ríos pudieron merecer por lo menos los 15 años de cárcel que pidió el Ministerio Público, sin considerar la traición a la patria que significó cometer semejantes felonías en tiempos de guerra y de graves tensiones para el Perú, como los que se vivieron frente a Ecuador a mediados de la década pasada, cuando nuestros soldados morían por falta de armamento y sobre todo por
ausencia de conducción, ambas carencias atribuibles a Hermoza Ríos.
De modo que la dichosa jueza Castañeda Otsu tiene miras muy cortas destinadas a justificar una sentencia que en realidad constituye todo un estímulo para que mañana aparezca otro Hermoza Ríos y se levante todo el billete del Ejército, pues con apenas ocho añitos en la cárcel saldrá luego a disfrutarlos. El mensaje implícito es que el que le roba al Ejército tiene penas leves, pero el que asalta un banco, digamos, puede sufrir penas de 20 años de encierro o tal vez más.
Pero allí no quedó el fallo. Resulta que fueron exonerados de responsabilidad los familiares del vergonzoso general, quien hicieron todo lo posible para encubrir las cuentas a su nombre que abrieron en bancos extranjeros con los millones de dólares robados al Ejército peruano. Además de entorpecer a su gusto las investigaciones policiales y de la fiscalía.
El saldo de esta benevolente sentencia es que desmoraliza aún más a la opinión pública, que no tiene otro remedio que confirmar que debemos cuidarnos de este poder judicial con minúsculas, que es capaz de perseguir con ensañamiento a un ladrón de gallinas, pero a un general que traicionó a sus soldados y a la nación que le dio los galones, casi le perdona el asalto a los caudales nacionales y a la buena fe de los ciudadanos.
¿Cuál habría sido el destino de este general, digamos en Estados Unidos de Norteamérica, durante la segunda guerra mundial o en tiempos de las guerras de Corea o de Vietnam? ¿Qué le habría ocurrido a un homólogo de Hermoza Ríos en la Francia invadida por los nazis en la década de los 40? ¿Un general inglés robándole a su ejército en plena invasión alemana es posible siquiera imaginarlo?. Y fíjense que hablamos de hipotéticos oficiales en países democráticos, donde funcionan las leyes y el estado de derecho. ¿Se imaginan a un general ladrón en el ejérfcito cubano de hoy? ¿O en el ejército de la China Popular de nuestros días?
Después se quejan de que salgan Humalas a las calles, o extremistas de otros signos, tan abominables como ese trio de la infamia formado por Fujimori, Montesinos y Hermosa, cobardes, sicópatas y ladrones.
fin.
1 comentario
serol -
Pablo